Sin revolución y sin arquitectura por Alejandro Hernández Gálvez


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Texto publicado en el número 43 de la Revista Arquine, primavera 2008 | #Arquine20Años

Soy un arquitecto, nadie va a hacer de mi un político
Charles Eduard Jeanneret

“Durante los últimos ciento cincuenta años un gran cambio ha tenido lugar en la arquitectura. Este cambio no tiene nada que ver con las cuestiones superficiales de estética que agitaron al mundo de la arquitectura: las querellas entre clásicos y medievalistas o entre tradicionalistas y modernos no tienen ningún sentido en estos términos. Me refiero al proceso mediante el cual la manufactura ha tomado, paso a paso, el lugar del arte de construir y todos los procesos menores de construcción se han desplazado de la obra a la fábrica.”
Así inició Lewis Mumford el primero de los dos artículos titulados “Producción en masa y la casa moderna”, publicado en enero de 1930 en la Architectural Record. Para Mumford, tales nuevas condiciones de producción de la arquitectura no implicaban una inevitable y necesaria mejora en las condiciones de vida generales, como era la postura de los abanderados de las vanguardias europeas de la década de los años veinte. Apuntaba que —por irónico accidente— el primer uso de partes prefabricadas en la construcción había sido meramente decorativo: las molduras de yeso elaboradas en serie se introdujeron antes que la estufa Franklin —las de hierro fundido que inventó Benjamín Franklin, más seguras y eficientes que una chimenea—. La manufactura mecanizada había reemplazado a la artesanía manual precisamente en la producción de eso que la modernidad ya había declarado inútil y criminal: el ornamento.
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