paisaje transversal
Siguiendo el ejemplo que comentábamos antes, cuando se crea un estudio existen muchas figuras legales de empresas a las que acogerse: sociedad limitada, sociedad laboral limitada, sociedad cooperativa, sociedad civil, comunidad de bienes, o incluso, si eres el único socio del estudio, autónomo (forma resumida de denominar al sistema de Seguridad Social en el que se enmarca, el régimen especial de trabajadores autónomos o RETA). Un autónomo o freelance debe pagar IVA e IRPF, y puede contratar trabajadores, por lo que en la práctica funciona como una empresa unipersonal sin personalidad jurídica (con varias excepciones que podéis encontrar aquí), y por tanto le son aplicables los consejos que proponíamos en el punto anterior.
3. Un trabajador con horario, puesto y un pagador único es un trabajador, no un empresario
El fraude más habitual en el mundo de la arquitectura fue y sigue siendo el del “falso autónomo”, tal y como se refleja en la reciente encuesta del Sindicato de Arquitectos. Suponemos que esta irregularidad tan extendida surge, además de del desconocimiento y de la codicia, de la autosuficiencia que el conjunto de los arquitectos se otorgan a sí mismos, donde contratador y contratado dan por hecho que la relación se da entre iguales, entre empresarios, entre personas con solvencia... La crisis ha dejado claro, por si alguien no se había dado cuenta, que esto no es cierto y que la mayor parte de los contratos son muy precarios: ¡más del 50% de los arquitectos encuestados cobra por debajo de 9.000€ brutos anuales!
Por tanto, “contratar un autónomo", además de falaz, dejémoslo claro, es ilegal. La persona contratada no recibe la protección en seguros sociales, paro, jubilación, despido y todos los demás derechos laborales que le son propios y que hacen que este país no se vaya a pique, porque estas condiciones generan estabilidad y bienestar. La respuesta a la pregunta que se suele hacer a continuación es clara: si no lo puedes pagar, entonces no puedes contratar.
Hace unos meses resurgía en los medios de comunicación la polémica acerca de los trabajadores no remunerados en las cocinas de los restaurantes con estrellas Michelín. Este no es un hecho aislado del mundo de la alta cocina, también es habitual en la alta y no tan alta arquitectura. A pesar de que a través de convenios con algunas entidades suponemos que se pueda contratar a becarios sin beca, es decir, sin ninguna remuneración (no conocemos ninguna pero suponemos que existe) y por tanto no sea una situación ilegal, si vemos inmoral obtener un beneficio económico del trabajo de personas que no obtienen casi nada a cambio. Solo prestigio, pero ya sabemos que el prestigio no da de comer. Por tanto, nuestra recomendación es: no trabajes gratis, no des trabajo gratis.
5. Si no vives de tu trabajo, entonces quizá no sea un trabajo
Otra de las consecuencias de que los arquitectos seamos fans de nosotros mismos es que muchas de las personas (jóvenes y a veces no tan jóvenes) que comienzan a hacer una actividad más o menos reglada relacionada con la arquitectura y a menudo con éxito profesional, no reparan en la necesidad de que esa actividad tenga una retribución económica suficiente que permita su continuidad. No paran de dar conferencias, de impartir talleres, de hacer ofertas para geniales proyectos, pero su cuenta bancaria se mantiene en números rojos durante años. Quizá sean víctimas del fenómeno del “triunfracaso”. Esta es otra de las aristas de la falta de responsabilidad empresarial que envuelve nuestra profesión y que, seguro, que a sus amigos economistas, abogados, ingenieros u odontólogos no les ocurre, porque entienden que trabajar conlleva gestionar lo que se trabaja.
Y una variante oculta de este “triunfracaso” surge de las personas que pueden realizar este tipo de actividades no retribuidas porque tienen un apoyo económico familiar o una renta externa, creando un espejismo de verosimilitud que acaba por confundir a emprendedores y clientes.
Pero no somos los únicos que padecen este mal, muchas profesiones tienen problemáticas similares: publicidad, arte, cultura, periodismo..., os dejamos dos fantásticos artículos, más para comparar que para consolarse con el mal ajeno, este sobre cine y este sobre periodismo.
Concluimos con un alegato del informe del Sindicato de Arquitectos, que suscribimos completamente:“Tenemos que estar mejor (in)formados como trabajadores; tenemos que ser más responsables como empresarios; y tenemos que desarrollar modelos de empresa que nos permitan ganarnos la vida dignamente”.
Cuando Paisaje Transversal surgió, hace ya 10 años, una de las razones que también nos movió fue la de exigir y proponer una profesión más responsable y respetuosa con sus propio gremio y con el resto de la sociedad. En aquel momento veíamos, y aún vemos, que una de las consecuencias más perniciosas del ensimismamiento y la autosuficiencia de la Arquitectura (la A mayúscula es irónica, somos más de hablar de arquitecturas), tanto en el mundo profesional como (de forma superlativa) en las universidades, es la grave ignorancia que crea en torno a temas tan básicos como el trabajo, la gestión de empresas o la ley, entre otras muchas otras.
Este extendido desconocimiento impuesto y autoimpuesto con orgullo, por tratarse de temas grises y secundarios, ha conllevado en la práctica un sistema anómalo donde, con demasiada frecuencia, se defrauda, explota, precariza y autoprecariza. Y esto, naturalmente, acaba perjudicando a los profesionales, a la profesión y a la sociedad.
Este extendido desconocimiento impuesto y autoimpuesto con orgullo, por tratarse de temas grises y secundarios, ha conllevado en la práctica un sistema anómalo donde, con demasiada frecuencia, se defrauda, explota, precariza y autoprecariza. Y esto, naturalmente, acaba perjudicando a los profesionales, a la profesión y a la sociedad.
Una causa no evidente de este fenómeno proviene de que, en muchos casos, esta dejación de funciones es voluntaria, basada en una posición liberal insolidaria y antisistema, o causada por la precariedad de una profesión que en algún momento fue pudiente y que no quiere asumir su nuevo estatus.
Enumeramos a continuación cinco principios que sentimos necesario difundir y reivindicar para reconstruir una profesión digna y responsable:
1. Un estudio de arquitectura es una empresa
El día que una persona abre su estudio de arquitectura, urbanismo, paisajismo o interiorismo está creando una pequeña empresa, con todas sus consecuencias y sus responsabilidades y obligaciones fiscales, labores, civiles, etc. Esto puede parecer obvio pero a menudo no lo es. Un error muy habitual entre profesionales de la arquitectura ha sido pensar que podían crear, gestionar y dirigir una empresa sin tener la más mínima idea de creación, gestión y dirección de empresas. “Si nosotros hacemos edificios, que es mucho más difícil, esto debe de estar chupado”. Y no lo está.
Probablemente no sea necesario hacerse experto (todo dependerá del tamaño del estudio) pero no resulta un esfuerzo tan grande acudir a alguno de los cientos de cursos gratuitos que ofrecen los centros de emprendimiento empresarial de todas las administraciones públicas. Y no se trata tanto de realizar una gestión excelente de tu estudio, sino de evitar situaciones de explotación o ilegalidad por pura ignorancia, siguiendo el principio legal básico: el desconocimiento de la norma no exime de su cumplimiento.
2. Un autónomo funciona como una empresa unipersonal
Siguiendo el ejemplo que comentábamos antes, cuando se crea un estudio existen muchas figuras legales de empresas a las que acogerse: sociedad limitada, sociedad laboral limitada, sociedad cooperativa, sociedad civil, comunidad de bienes, o incluso, si eres el único socio del estudio, autónomo (forma resumida de denominar al sistema de Seguridad Social en el que se enmarca, el régimen especial de trabajadores autónomos o RETA). Un autónomo o freelance debe pagar IVA e IRPF, y puede contratar trabajadores, por lo que en la práctica funciona como una empresa unipersonal sin personalidad jurídica (con varias excepciones que podéis encontrar aquí), y por tanto le son aplicables los consejos que proponíamos en el punto anterior.
3. Un trabajador con horario, puesto y un pagador único es un trabajador, no un empresario
El fraude más habitual en el mundo de la arquitectura fue y sigue siendo el del “falso autónomo”, tal y como se refleja en la reciente encuesta del Sindicato de Arquitectos. Suponemos que esta irregularidad tan extendida surge, además de del desconocimiento y de la codicia, de la autosuficiencia que el conjunto de los arquitectos se otorgan a sí mismos, donde contratador y contratado dan por hecho que la relación se da entre iguales, entre empresarios, entre personas con solvencia... La crisis ha dejado claro, por si alguien no se había dado cuenta, que esto no es cierto y que la mayor parte de los contratos son muy precarios: ¡más del 50% de los arquitectos encuestados cobra por debajo de 9.000€ brutos anuales!
Por tanto, “contratar un autónomo", además de falaz, dejémoslo claro, es ilegal. La persona contratada no recibe la protección en seguros sociales, paro, jubilación, despido y todos los demás derechos laborales que le son propios y que hacen que este país no se vaya a pique, porque estas condiciones generan estabilidad y bienestar. La respuesta a la pregunta que se suele hacer a continuación es clara: si no lo puedes pagar, entonces no puedes contratar.
4. Cualquier trabajador tiene derecho a recibir una retribución por su trabajo
Hace unos meses resurgía en los medios de comunicación la polémica acerca de los trabajadores no remunerados en las cocinas de los restaurantes con estrellas Michelín. Este no es un hecho aislado del mundo de la alta cocina, también es habitual en la alta y no tan alta arquitectura. A pesar de que a través de convenios con algunas entidades suponemos que se pueda contratar a becarios sin beca, es decir, sin ninguna remuneración (no conocemos ninguna pero suponemos que existe) y por tanto no sea una situación ilegal, si vemos inmoral obtener un beneficio económico del trabajo de personas que no obtienen casi nada a cambio. Solo prestigio, pero ya sabemos que el prestigio no da de comer. Por tanto, nuestra recomendación es: no trabajes gratis, no des trabajo gratis.
5. Si no vives de tu trabajo, entonces quizá no sea un trabajo
Otra de las consecuencias de que los arquitectos seamos fans de nosotros mismos es que muchas de las personas (jóvenes y a veces no tan jóvenes) que comienzan a hacer una actividad más o menos reglada relacionada con la arquitectura y a menudo con éxito profesional, no reparan en la necesidad de que esa actividad tenga una retribución económica suficiente que permita su continuidad. No paran de dar conferencias, de impartir talleres, de hacer ofertas para geniales proyectos, pero su cuenta bancaria se mantiene en números rojos durante años. Quizá sean víctimas del fenómeno del “triunfracaso”. Esta es otra de las aristas de la falta de responsabilidad empresarial que envuelve nuestra profesión y que, seguro, que a sus amigos economistas, abogados, ingenieros u odontólogos no les ocurre, porque entienden que trabajar conlleva gestionar lo que se trabaja.
Y una variante oculta de este “triunfracaso” surge de las personas que pueden realizar este tipo de actividades no retribuidas porque tienen un apoyo económico familiar o una renta externa, creando un espejismo de verosimilitud que acaba por confundir a emprendedores y clientes.
Pero no somos los únicos que padecen este mal, muchas profesiones tienen problemáticas similares: publicidad, arte, cultura, periodismo..., os dejamos dos fantásticos artículos, más para comparar que para consolarse con el mal ajeno, este sobre cine y este sobre periodismo.
Concluimos con un alegato del informe del Sindicato de Arquitectos, que suscribimos completamente:“Tenemos que estar mejor (in)formados como trabajadores; tenemos que ser más responsables como empresarios; y tenemos que desarrollar modelos de empresa que nos permitan ganarnos la vida dignamente”.
*Versión extendida del artículo del mismo título publicada en junio en el blog de la Fundación Arquia
Comentários
Postar um comentário